La esclerosis múltiple es una enfermedad crónica autoinmune, desmielinizante y neurodegenerativa del Sistema Nervioso Central. Si atendemos a los datos, esta enfermedad afecta a más de 55.000 personas en España, diagnosticándose un nuevo caso cada 5 minutos. De forma general, se diagnostica entre los 20 y los 40 años, en pleno desarrollo personal y laboral, pero también en menores de 18 años. Recientemente, han solicitado que se reconozca el 33% de discapacidad con el diagnóstico de la esclerosis múltiple.
Las estadísticas señalan que esta enfermedad es más común en mujeres que en hombres. Así lo confirma la neuróloga Ana Belén Caminero, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Desmielinizantes de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Además, ha señalado que la incidencia de la enfermedad en mujeres «va a más».
Síntomas de la esclerosis múltiple
El 85 por ciento de los pacientes empieza con una serie de síntomas que se manifiestan a lo largo de días o pocas semanas. Es decir, la esclerosis múltiple se manifiesta de una forma ‘subaguda’. Los expertos señalan que «no es un síntoma de aparición brusca, pero tampoco son síntomas en general que aparecen muy lentamente. Son síntomas que se manifiestan en un periodo de tiempo relativamente corto».
Además, Caminero ha añadido que hay «patrones específicos» que se repiten en los pacientes y que son los más frecuentes. «Si se presentan en una persona joven, sobre todo en una mujer joven, nos inducen a pensar que este es el diagnóstico más probable», ha explicado.
Algunos de estos síntomas son:
- Pérdida de agudeza visual, debido a la afectación del nervio óptico
- Visión doble u hormigueo en la cara
- Pérdida en la estabilidad a la hora de caminar por la afectación del tronco del encéfalo
- Inflamación de la médula espinal, también llamada mielitis
«En este caso, los pacientes suelen tener síntomas que debutan generalmente con trastornos de sensibilidad o trastornos de fuerza e incluso trastornos del control esfinteriano o sexual. Es decir, pueden afectar a lo mejor al brazo y a la pierna del mismo lado o pueden afectar, por ejemplo, a las dos piernas, además con una intensidad muy variada», ha detallado la neuróloga.
Estos síntomas se consiguen controlar con la ayuda de corticoides, evitando así posibles secuelas durante las primeras fases de la enfermedad. Sin embargo, si se repiten a lo largo del tiempo, que es lo frecuente en esta enfermedad, en la fase ‘remitente-recurrente’, estos empiezan a dejar secuelas y, como consecuencia, se va acumulando discapacidad.
En busca de tratamientos para frenar los brotes
«De ahí que interese instaurar tratamientos lo antes posible para que no tengan brotes en la medida de lo posible y por lo tanto no tengan discapacidad, o que la discapacidad que acumulen sea menor», ha asegurado la especialista.
Finalmente, a lo largo de los años, los brotes que se atribuyen a la actividad inflamatoria van disminuyendo. De esta manera empieza a aparecer el componente degenerativo de la enfermedad. Esto se traduce en síntomas con aparición lentamente progresiva, conduciendo a un acúmulo de discapacidad.
Todo ello se va manifestando, normalmente, a través de un trastorno de la marcha cada vez más creciente. Entre estos síntomas podemos destacar:
- Los pacientes empiezan a necesitar ayuda para caminar
- Empiezan a tener dificultad en el movimiento de los brazos de forma lentamente progresiva
- Pérdida del control esfinteriano
- Hormigueos, o dolores en distintas partes del cuerpo
- Síntomas cognitivos (afectación de la memoria y dificultades a la hora de organizar y planificar, sobre todo).
Aproximadamente un 10 por ciento de los pacientes comienzan con la enfermedad directamente de una forma progresiva. Los expertos explican que la edad media de inicio es de 40 años. Es decir, son pacientes que no tienen brotes y que van acumulando lentamente distintos síntomas. Todos ellos conducen a discapacidad desde el principio.