A cada instante no sólo nace una persona con discapacidad sino que la sociedad la convierte en tal. Es decir, es la mirada social la que define a la discapacidad y será el individuo que presenta esa condición quien tenga las consecuencias de esa actitud.
Hay una divertida historia española, muy esclarecedora, que cuenta que uno a uno, a los habitantes de un pueblo les comienza a crecer una cola. Los primeros a quienes les comienza a crecer este apéndice, similar al de los monos, tratan de ocultarlo horrorizados. Lo ocultan trabajosamente dentro de pantalones amplios o faldas con vuelo para que no se note que son “diferentes”. Pero cuando descubren que a todos los demás también les está saliendo la cola, su actitud cambia totalmente.
En la práctica, la cola les resulta muy útil para llevar las cosas, para moverse con mayor rapidez, para abrir las puertas cuando tienen las manos ocupadas. Los diseñadores comienzan a crear ropa adecuada para acentuar y liberar las nuevas colas. Al poco tiempo se comienzan a utilizar adornos que ponen en primer plano a los novedosos apéndices. Y de pronto, se comienza a considerar “anormales” a todos los que no tienen cola. Éstos a su vez, tratan frenéticamente de ocultarlo comprándose colas artificiales o aislándose de los miembros de la sociedad que tienen cola.
Pautas culturales de «normalidad»
En nuestra cultura, encontramos constantemente ejemplos similares. La normalidad y la belleza se definen y se vuelven a definir continuamente. En la cultura occidental las orejas grandes tienden a ocultarse. En varias culturas africanas las orejas se estiran con métodos dolorosos para alargarlas deliberadamente y de ese modo hacerlas más atractivas para los individuos de esa comunidad. Es decir los individuos definirán la belleza y la normalidad, en gran medida, según las pautas de perfección y belleza que su cultura les ha enseñado.
Los niños a muy temprana edad no parecen preocuparse por las pautas culturales de “normalidad” y juegan con total libertad y alegría con “todos los niños”.
Sólo después y a medida que van creciendo incorporan pautas culturales de perfección que en muchos casos hacen que se generen las actitudes discriminativas hacia los niños que tienen discapacidad.
Asimismo los medios de comunicación constituyen una fuerza poderosa que influye en la mirada social. Las películas de terror continúan reforzando e influenciando nuestra actitud frente a la belleza y el físico al mostrar monstruos que tienen el rostro desfigurado, una joroba, un pie deforme o una extremidad torcida.
De este modo, la mayor esperanza de que se produzcan cambios en la mirada social es el conocimiento. La ignorancia provoca temor. El temor funciona como un motor que segrega y perpetúa los prejuicios y la falta de información.
Jamás se logrará una aceptación plena y total de “lo diferente” si las personas de todo el mundo no ven que no es la discapacidad la que produce la mayoría de las limitaciones sino sus actitudes hacia la discapacidad. Es conveniente entonces recordar que no se nace con un impedimento, es el medio circundante el que lo determina.
Hay un solo mundo
Las personas con una discapacidad son personas que no tienen un mundo separado. Hay un solo mundo. La verdadera aceptación llega cuando dejamos de generalizar los efectos de la discapacidad y comprendemos que la discapacidad no es toda la Persona, que no todos los aspectos de su vida están influenciados por esa situación y que la Persona es mucho más que la suma total de sus partes. La aceptación también surge con el conocimiento de que hay grandes áreas de la persona que siguen intactas, accesibles y a la espera de ser valoradas. La actitud de las personas con discapacidad estará determinada en gran medida por los rótulos que se les impongan, la reacción de la sociedad ante esos rótulos y el trato que reciban. Si estamos de acuerdo en que quienes presentan una discapacidad son ante todo personas, se les debe brindar entonces las mismas oportunidades que tienen todos.
Habremos cumplido el objetivo cuando TODOS los establecimientos educativos sean especiales; TODOS los maestros consideren que TODOS sus alumnos son excepcionales y los respeten como tales. Cuando TODOS los integrantes de una sociedad se preocupen más por el valor interior de cada individuo que por su aspecto exterior; cuando la calidad de único y Diferente deje de asustarnos y la consideremos una esperanza positiva para el crecimiento y la supervivencia.
En el momento en el que ya no seamos «Nosotros» los que los asesoremos a «ellos»; cuando se haya logrado una verdadera CONVIVENCIA y TODOS podamos compartir, en un plano de igualdad y con amor y alegría, nuestros esfuerzos para elevar la condición humana.