La historia de Carlos Ortiz es un agente de la Policía Nacional destinado en la UIP (Unidad de Intervención Policial) de A Coruña y su compañero es de las que conmueven a todo el mundo.
Carlos es padre de dos pequeños, el mayor de 3 años y el menor de 18 meses de edad. A mediados del pasado mes de enero, al pequeño le diagnosticaron una leucemia linfoblástica tipo B, la de mayor gravedad en niños.
“Estuvo ingresado 53 días. Nos turnamos mi mujer y yo, cada día uno, porque en casa tenemos a nuestro otro hijo”, explica Carlos a La voz de Galicia.
Esta enfermedad provoca que el pequeño tenga que recibir sesiones de quimioterapia “Ayer estuvimos 13 horas con el pequeño en el hospital. No puedo ir después a trabajar”, asegura.
Por ello, Carlos ha solicitado un permiso retribuido total para poder estar al lado de su hijo. Desde la Dirección General de la Policía le han concedido el 50 % de la jornada, algo que resulta insuficiente ya que su pareja trabaja día y noche, por lo que ha decidido recurrir la decisión y confía en que le concedan la ampliación del permiso.
Por el momento, ha conseguido el traslado a la UIP de Zaragoza para contar con la ayuda de sus familiares y su mujer
Es en este momento cuando surge la figura de Roberto González, el portavoz y secretario general del SUP en Galicia al que Carlos está afiliado.
Roberto, en la búsqueda de una solución, decidió hacer el gesto más generoso que podía venir de su parte, cediéndole sus 24 horas diarias de liberación sindical a su compañero para que pueda dedicárselas a su hijo.
“Lo decidí cuando vi que pasaba el tiempo y que no entraban a valorar la gravedad del caso”, argumenta Roberto, que quita importancia a su gesto: “Cualquiera en mi lugar haría lo mismo. Este sí que es un problema de verdad, con el que tenemos que volcarnos”.
Roberto declara que “todos me apoyaron en mi decisión de cederle las horas sindicales. También se lo planteé a la dirección del SUP en Madrid y recibí su respaldo total”. Ahora, Roberto, tiene que volver al servicio operativo, del que llevaba cuatro años liberado para poder defender las situaciones laborales de los agentes de la Policía Nacional en Galicia.
Aunque sin duda, lo emocionante de esta bonita historia es que Carlos y Roberto no se conocían personalmente. Por ello, el agente padre del pequeño declara que “lo que ha hecho Roberto al cederme su liberación para que yo pueda dedicarme a cuidar de mi hijo es un gesto que nunca olvidaré. Se ha ofrecido en un acto de humanidad”.
Esto unido a las noticias que le llegan del Hospital Teresa Herrera de A Coruña, donde atendieron durante estos meses a su hijo, le ayuda a ver un poco de luz al final del túnel “nos han dicho que parece que el niño empieza a mejorar algo con el tratamiento. Ha vuelto a andar. Con la quimio había dejado de hacerlo”, cuenta Carlos con un anhelo de esperanza.