2023 se ha cerrado con un buen dato para el colectivo de la discapacidad: ha batido el récord de número de personas con discapacidad que tienen empleo. En total han sido un 55% más que en 2013, cuando el número de ocupados con discapacidad se situó en 346.600. Actualmente son más de 538.717 las personas con discapacidad que tienen empleo.
Debemos de tener en cuenta que la inclusión laboral de las personas con discapacidad es un reto complejo y mayúsculo que aún tiene por delante un largo recorrido. Sin embargo a la luz de los últimos datos disponibles, como hemos mencionado anteriormente, puede concluirse que va bien encaminado.
Cataluña, Andalucía, Comunidad de Madrid y Comunidad Valenciana son las regiones que registran un mayor número de ocupados con discapacidad, abarcando el 20,5%, el 14,2%, el 14% y el 10,4%, respectivamente.
La participación laboral de las personas con discapacidad, gran reto pendiente
En la misma línea, según el informe Vida laboral de las personas con discapacidad, presentado por el INE el pasado verano, recientemente se ha alcanzado la cifra récord de personas con discapacidad que tienen alguna vinculación con la seguridad social: un total de 3.214.800. Sin embargo, solo un 9,8% de ellas estuvieron dadas de alta laboral al menos un día al año, frente al 55,1% de personas sin discapacidad. De hecho, el grueso de las personas con discapacidad (77%) no tuvo más relación con la Seguridad Social que percibir una pensión contributiva, porcentaje que desciende al 20,8% entre las personas sin discapacidad.
Los autores de este informe sostienen que, lo más destacable del sector de personas con discapacidad es su baja participación en el mercado laboral, lo que hace que tengan menos episodios de situaciones en alta laboral.
En efecto, la tasa de actividad de las personas con discapacidad permanece estancada en un valor medio del 35,5% desde la última década, alcanzando actualmente un 35,3% o, lo que es lo mismo, el 64,7% de las personas con discapacidad en edad laboral no tiene empleo ni lo busca.
Por Comunidades Autónomas, La Rioja, País Vasco y la Comunidad de Madrid son las tres regiones en las que las personas con discapacidad presentan una mayor tasa de actividad, del 44,5%, 43,2% y 43,1%, respectivamente. En el primer caso, La Rioja, este alto porcentaje puede deberse al menor número de personas con discapacidad en la región. En el lado opuesto, Canarias, Andalucía y Galicia anotan las cifras más bajas de actividad: 26,6%, 29,7% y 29,9%, respectivamente.
Muchas personas con discapacidad pasan del desempleo a la ocupación
Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco, señala que «el hecho de que en la última década haya crecido el número de ocupados, pero no la tasa de actividad, refleja que muchas personas con discapacidad están pasando del desempleo a la ocupación. Consiguen trabajo porque el marco regulador y el compromiso empresarial es cada vez más favorable, pero la participación laboral sigue siendo una asignatura pendiente».
Además, añade que «son muchas las personas con discapacidad que podrían trabajar y deciden no hacerlo, influenciadas por narrativas obsoletas, muy arraigadas en la sociedad, que conducen a la sobreprotección y a la tendencia a poner foco en sus limitaciones, en lugar de en sus capacidades. Todo ello perpetúa la creencia de que son menos capaces y que, por tanto, su única (o mejor) opción es ser asistidas y amparadas por las políticas sociales».
Discapacidad psicosocial o por problemas de salud mental: las personas que menos participan en el mercado laboral
La participación laboral es superior en aquellas discapacidades de tipo auditivo (61,2%), seguidas de las personas con discapacidad de tipo orgánico, cuando esta afecta a los sistemas digestivo, metabólicos y endocrinos (45,7%). La inferior participación se observa en discapacidades de tipo psicosocial o por problemas de salud mental (29,2%).
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco, «la discapacidad por problemas de salud mental o psicosocial es la más estigmatizada, debido a un fuerte desconocimiento y a la ausencia de experiencias de recorrido en el marco empresarial. Del mismo modo, se trata de una discapacidad invisibilizada, que a menudo no se percibe a simple vista y no se tiene en consideración en las relaciones interpersonales, en las que faltan herramientas y recursos para fomentar la empatía y la normalización».
«De ahí que su participación laboral sea la más baja para todas las personas con discapacidad, y que su riesgo de exclusión social sea mayor. Resulta crucial impulsar políticas activas de empleo y recursos para generar conciencia en torno a la discapacidad psicosocial y potenciar su acceso al empleo», finaliza.