Teresa Perales lo ha logrado y es que, a pesar de la complicada situación por la gran competencia que ha tenido, ha conseguido la medalla de bronce en los 50 metros espalda en S2. Lo ha peleado hasta el final y ha conseguido su medalla número 28, por lo que cumple con su sueño, igualar al nadador Michael Phelps.
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🌟 ¡¡Teresa Perales logra SU MEDALLA NÚMERO 28 e iguala la legendaria marca de Michael Phelps!!
🥉 La española consigue el bronce en los 50 metros espalda S2. #ParisRTVE31A #Paris2024https://t.co/9qnMEzVq3r pic.twitter.com/xHUEg8trkp
— Teledeporte (@teledeporte) August 31, 2024
El duro golpe de la vida a Teresa Perales
A Teresa Perales (Zaragoza, 48 años), la vida le dio un golpe inesperado a los 19 años cuando le diagnosticaron una neuropatía, una enfermedad del sistema nervioso que la dejó sin movilidad en las piernas. Tuvo que dejar el kárate, el deporte que practicaba, y se lanzó a la natación. En el agua encontró un nuevo propósito, una vía de escape y casi una nueva forma de vida. “¿Qué significa una piscina para mí? ¡Uf! Es la libertad absoluta, algo que no te puedes imaginar. Es mi entorno, el lugar donde recupero mi independencia y me siento con mayor dignidad, especialmente ahora”, confiesa Perales, ganadora de 27 medallas paralímpicas, ícono del movimiento paralímpico internacional y reconocida con el Premio Princesa de Asturias de los Deportes en 2021.
Perales ha competido en tres pruebas durante los Juegos. El jueves nadó los 100 metros espalda en la categoría S2, el mientras que hoy ha nadado los 50 metros espalda en S2. El próximo 3 de septiembre los 100 metros libres en la categoría S3.
Sin embargo, para llegar a París este verano, primero tuvo que liberarse de un sentimiento que no había experimentado en una piscina en décadas: la vergüenza. «Tenía una imagen de mi cuerpo y, de repente, un brazo dejó de responderme. Notaba cómo los demás me miraban y volví a sentir esa mirada triste de quienes me habían visto nadar con ambos brazos. Me recordó tanto a aquellos que me vieron caminar y luego dejar de hacerlo, que fue muy duro de asimilar. Es una de las miradas más difíciles de soportar, cuando lo hacen con tristeza o lástima», recuerda. Se despojó de esa sensación con entrenamientos y competiciones, lanzándose una y otra vez a la piscina. «Si alguien quiere sentir lástima, que la sienta, pero yo estoy orgullosa de lo que estoy haciendo, y sobre todo, de no rendirme. La vergüenza no podía detenerme, me lo debía a mí misma. Quería ir a los Juegos, y para lograrlo, tenía que competir y sacudirme todas esas tonterías«, añade.