Hoy quiero hablarte directamente, de tú a tú. Si alguna vez has aparcado en una plaza de aparcamiento para personas con movilidad reducida o invadiendo la zona rayada, probablemente no te hayas parado a pensar lo que eso significa para alguien como yo.
Esa zona cebrada no está ahí para que nuestro coche “no se raye” ni para dejar un hueco bonito. Tiene un nombre: zona de transferencia. Y un propósito muy claro: que podamos abrir la puerta completamente, sacar o guardar la silla de ruedas y hacer la transferencia al coche. Su anchura mínima, 1,5 metros, no es un capricho: es lo que nos permite movernos con seguridad y autonomía.
La zona de transferencia permite mi independencia
Cuando aparcas ahí, me obligas a esperar a que otra persona mueva mi coche para poder subirme, porque si, yo conduzco y no voy siempre acompañado, o directamente me condenas a quedarme atrapado hasta que vuelvas. No es solo una incomodidad: es una barrera que me impide vivir mi día con normalidad.
No se trata de leyes, multas o normas de tráfico. Se trata de respeto. De entender que todos tenemos derecho a movernos con dignidad. Y tú, con un simple gesto, puedes marcar la diferencia entre que yo llegue a casa por mis propios medios o que me quede esperando, impotente, en un aparcamiento.
Así que la próxima vez que veas una zona cebrada, recuerda: no es un espacio vacío. Es mi espacio para poder vivir como tú.
Respeta.