Málaga es arte, cultura e historia. Pero también es tradición. Y gastronomía, por supuesto. La capital de la Costa del Sol se ha convertido, por méritos propios, en uno de los principales motores económicos del panorama nacional y un referente internacional en materia de digitalización y tecnología, además de ser uno de los destinos más populares para los turistas debido a su excelente clima y la maravillosa calidad de vida de la que se puede disfrutar en la ciudad que vio nacer a Picasso o Chiquito, entre otras personalidades.
Los más ‘malaguitas’ sabrán que los espetos de sardina, plato por excelencia del verano, siempre sabe mejor en los meses del año que no llevan ‘r’: de mayo a agosto. Esta teoría se defiende a ultranza en Málaga para defender una de sus señas de identidad y que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESO. Aunque también existen otros ‘clásicos‘ de la gastronomía malacitana: boquerones en cualquier modalidad, el gazpachuelo o el pescaíto frito, entre otros. Sin embargo, hay otra opción más que enamora a los turistas -y malagueños- cuando visitan la Costa del Sol.
El otro plato estrella de Málaga
El proceso de elaboración es de lo más sencillo, pero el sabor es un lujo para el paladar que, automáticamente, te hace sentir como un malagueño más. Hablamos, efectivamente, del campero. Esa seña de identidad de la gastronomía de Málaga no tiene más misterio que meter los ingredientes que más gusten entre dos panes y ponerle la salsa que cada cliente prefiera. Así de fácil. Y así de bueno.
Existen una pechá -como se dice en el argot malagueño para referirse al concepto de abundancia- de opciones para rellenar el campero: mixto, de pollo, jamón y queso, bacon…más todos los que el establecimiento quiera proponer para deleite de los clientes. Sin embargo, la receta original es clara y únicamente se necesita pan redondo estilo mollete, relleno de jamón cocido, queso, lechuga, tomate y mayonesa, que se tuesta en una sandwichera o plancha de grill.
Por tanto, este plato es casi tan malagueño como ‘La Manquita’ -apodo de La Catedral de la ciudad- o la Alcazaba. Y no son pocos los lugares donde los preparan debido a la alta demanda que tiene entre los propios ciudadanos y turistas que, atraídos por la tradición, se aventuran en probar este manjar antes de salir de Málaga. Porque Málaga nunca saldrá de ellos.
Los espetos de sardina, los meses sin ‘erre’
Si hablamos de tradición y de gastronomía en Málaga, no se puede pasar por alto el espeto de sardina, principal captura de la flota pesquera malagueña. Existe una teoría y una tradición que afirma que este pescado no se debe comer los meses del año que lleven una ‘erre‘ en su nombre, algo que en la ciudad se sabe y se respeta; no obstante, también es cierto que se puede degustar a lo largo de los 365 días.
Sin embargo, esta leyenda tiene su base en que el sabor no es el mismo. Y es una realidad. En verano es cuando presentan un mayor índice de grasa, lo que acentúa el sabor y aroma de su carne. Es en esta época, al aumentar la temperatura de las aguas superficiales, cuando el plancton se hace más abundante. Por tanto, mayo, junio, julio y agosto suelen ser los meses en los que más se consumen los espeto
Por tanto, ya quedan escasos días para el primer mes sin ‘R’ del año, por lo que los malagueños y visitantes ya van relamiéndose para probar el primer espeto de sardina del verano, a los pies del Mar Mediterráneo y en un chiringuito de la ciudad mientras la luz del sol se refleja en un vaso de cerveza bien fría.