«A mi hijo aprender ‘contenidos académicos’ le sirve de bien poco, lo que sí le sirven son las herramientas para ser autónomo y para autocontrolarse». Este es el testimonio de una madre, que se ha viralizado por redes sociales, de un hijo con discapacidad severa. De hecho, el diagnóstico del menor se compone de las siguientes patologías: parálisis cerebral espática unilateral, retraso madurativo con grave afectación al lenguaje expresivo, rasgos TEA, plagiocefalia severa postural, leucomalacia periventricular y epilepsia focal. Y por ello ha puesto en valor la importancia de la educación especial, que trabaja en ofrecer «recursos y atención individualizada y constante» a estas familias.
En este sentido, la educación especial se puede entender como la adaptación de la educación tradicional para aquellos alumnos con necesidades educativas especiales, bien sean estudiantes que tienen una marcada superioridad intelectual o discapacidades intelectuales, sensoriales, conductuales o físicas, de acuerdo con la Universidad UNIR. En un aspecto general, la educación especial tiene la finalidad de desarrollar una educación equitativa e inclusiva para todos y lograr el máximo desarrollo personal y social de todos los alumnos.
La escolarización, «un camino difícil»
Al complejo diagnóstico del menor, previamente mencionado, se debe agregar la institucionalización durante 9 meses en un orfanato, «en el que estuvo privado de muchos estímulos, especialmente emocionales» y una conducta compleja, «disruptiva en los últimos años«, en los que, según esta madre, necesita que «los adultos de referencia estén siempre pendientes de él». Y si para lograrlo tiene que «romperse la ropa a diario, lo hace», continúa este testimonio.
El pequeño, a la edad de 12 años, no habla, no lee y no escribe. De hecho, su nivel de contenidos está en torno a los 4-5 años, expone esta madre. Sin embargo, «vamos haciendo nuestro camino, difícil a la hora de la escolarización«. El menor ya ha pasado por la educación ordinaria infantil pero, debido a la alta demanda de alumnos y a las propias necesidades que presenta y necesita ser cubiertas, «su desarrolló se estancó y era muy complicado avanzar», continúa. Por ello, al finalizar esta etapa, la orientadora, la tutora y «nosotros» -explica-, «sabíamos que había llegado a su fin un ciclo, y que para poder desarrollarse en la medida de sus capacidades, había que cambiar de modalidad».
Y así comenzó a «avanzar de nuevo», en un aula específica de un centro ordinario. Ahora, en su clase apenas son cinco niños y la tutora responde a un perfil de PT -Pedagoga Terapéutica- y especialista; por otro lado, también trabaja con una PTIS -Personal Técnico de Integración Social-a tiempo completo, desarrollando «programas de estimulación sensorial«. También disponen de un piso donde desarrollan «actividades relacionadas con la autonomía y la vida diaria«. Ahora, afirma esta madre, «sale a natación, al súper y a un montón de actividades; pero su «desarrollo no es lineal» y «a veces se atasca y pasan meses hasta que vemos avances».
Este es el diagnóstico de mi pequeño:
– Parálisis cerebral espática unilateral.
– Retraso madurativo con grave afectación al lenguaje expresivo.
– Rasgos TEA
– Plagiocefalia severa postural.
– Leucomalacia periventricular
– Epilepsia focal.
Vamos a hablar de Educación Especial ⬇️— Señorita Rotesmeyer 🍏💚❤️🩹 (@larotesmeyer) May 20, 2025
Una «verdad incómoda» que aceptar
A veces hay una «verdad incómoda» que es el hecho de que hay niños, «como mi hijo, con una gran discapacidad, dependientes para toda su vida de nosotros y de los recursos que aporte esta sociedad», lamenta la madre a través de este testimonio en redes sociales. En ocasiones realiza manías o síntomas de TOC que hacen que haya que estar «absolutamente pendientes de él a cada minuto«, algo que es incompatible con una clase de 6º de primaria, «que es donde debería estar» y con un profesor atendiendo a 23 alumnos más.
Darle lo mejor a este menor, al igual que a todas las personas que padecen una situación similar, pasa por «ser conscientes de que no todo vale para todos«; «pasa por aceptación, por resiliencia, por días terribles de impotencia y de llorar«; y también «pasa por el dolor de saber que cuando no estemos, dependerá de nuevo de una institución para que cuiden de él».
Finalmente, el testimonio de esta madre pone en valor la importancia de la educación especial para casos como el de su hijo, quien necesita una atención detallada para poder desarrollar la autonomía y el desarrollo personal por encima de los «conocimientos académicos». Concluye su testimonio con rotundidad: «es un niño maravilloso, del que todo el mundo, profes, terapeutas, dicen que es muy feliz. Y aunque el día a día sea a veces tremendamente difícil, lo queremos con locura, y luchamos por darle lo mejor«.