Ángel sufrió la peor tragedia que le puede suceder a un padre, perder a un hijo. En su caso, fue todavía más trágico, ya que su propia pareja, que no madre de su hijo, fue quien acabó con la vida del pequeño, y lo ocultó hasta último momento.
Tras conocer la verdad, su vida se convirtió en un martirio, llegando incluso a pensar en el suicidio como solución a sus problemas. Pero lejos de ello, decidió rehacer su vida y entrenar a un equipo de fútbol de jóvenes con Síndrome de Down compuesto por 40 personas.
Estos jóvenes se han convertido en su mejor terapia, le viene bien entrenar a estos pequeños ya que, de ese modo tiene la mente ocupada y durante el tiempo que duran los entrenamientos no se martiriza por lo ocurrido.
Además, le sirve para que el rencor no le domine: «Para que la memoria de Gabriel siga, no nos manejamos en el dolor y en la venganza porque ganaría alguien que no merece la pena que se hable más de ella. No nos quedamos hablando de la atrocidad y el horror de una bruja que hay entre un millón cuando han salido miles y miles de ‘pescaitos’ dando voz a lo bueno. No lo hagamos porque corremos el riesgo de transmitir que eso es lo normal y generar miedos e inseguridad a miles de niños. Es nuestra responsabilidad darle la vuelta y quedarnos con todo lo bueno que ha movido Gabriel» confesaba a Telecinco.