Llamar por teléfono, para unos, es la mejor opción; para otros, un suplicio. Y en el segundo grupo es en el que se enmarca la Generación Z, conocida por ser el colectivo al que más le cuesta levantar el dispositivo móvil para efectuar una llamada. Y no es por pereza ni falta de compromiso, sino que se trata de una brecha generacional. De hecho, según ha revelado un estudio elaborado por Pew Research Center y Harvard Business Review, estos jóvenes profesionales de la Gen Z prefieren y se decantan por canales asincrónicos como mensajes de texto, emails o notas de voz.
La raíz de esta realidad se remonta a que los colectivos que componen la llamada Generación Z han crecido en un mundo donde hablar por teléfono no era la norma, sino la excepción. Además, la multi pantalla y la inmediatez de los dispositivos móviles, así como de las aplicaciones de mensajería instantánea ha acentuado esta situación, lo que ha llevado a estos profesionales a decantarse por canales asincrónicos debido a tres motivos fundamentales, en detrimento de las llamadas por teléfono:
- Control del mensaje: Les permite pensar antes de responder. Llamar les genera ansiedad por la inmediatez.
- Evitan confrontación directa: Muchos asocian las llamadas con malas noticias, conflictos o jerarquías incómodas.
- Multitasking y eficiencia percibida: Creen que mandar un mensaje es más productivo que “perder tiempo” hablando.
Llamar por teléfono «no es la norma»
Algo tan sencillo como descolgar una llamada de teléfono se puede convertir en una auténtica temeridad para muchas personas. Y es que, según explican los expertos el hecho de no haber desarrollado el hábito de comunicarse mediante llamadas ha llevado a los jóvenes a ver esta forma de interacción como algo extraño, “no es la norma y genera ansiedad”, han concluido en un artículo para la BBC. Por tanto, este comportamiento difiere claramente del de las generaciones anteriores.
En esta línea, la Generación Z ha desarrollado una especie de ‘fobia al teléfono’ en situaciones cotidianas. De hecho, los profesionales en esta materia señalan que esta ansiedad también está relacionada con una percepción de la llamada telefónica como una herramienta reservada para noticias importantes, que a menudo pueden ser complicadas o negativas, pero que también pueden estar asociadas a grandes acontecimientos positivos, como un casamiento o nacimiento.
De hecho, la comunicación entre los jóvenes se ha trasladado principalmente a aplicaciones de mensajería y redes sociales, donde pueden intercambiar información de manera rápida y sencilla sin la presión de una conversación en tiempo real. Finalmente, se deduce que el formato de notas de voz de WhatsApp y otras aplicaciones de mensajería se han convertido en las nuevas llamadas.
Impacto en el mercado laboral
En el mundo laboral real, muchas veces una llamada vale más que 10 correos. Una conversación fructífera es capaz de cerrar acuerdos, aclarar malentendidos y genera un clima de confianza inmediata. Por ello, lidiar con esta tesitura no es una guerra generacional, es una oportunidad de liderazgo. Hay que enseñar cuándo un mensaje basta y cuándo una llamada cambia todo.
Esta aversión a las llamadas telefónicas también comienza a tener repercusiones en el entorno laboral, donde la ansiedad por las conversaciones en tiempo real y la falta de tiempo para reflexionar sobre las respuestas pueden ser factores clave en el rechazo de las llamadas en el trabajo. La inmediatez de una conversación telefónica crea una sensación de vulnerabilidad, lo que hace que muchos prefieran las comunicaciones por correo electrónico o mensajes de texto.
Sin embargo, esta tendencia plantea preguntas sobre si la comunicación no verbal está afectando la calidad de las relaciones laborales y la cercanía entre compañeros. Por ello, ya se plantea que el futuro de la interacción puede depender de la capacidad de las empresas y organizaciones para adaptarse a estas nuevas formas de comunicación, que priorizan la eficiencia y la gestión del tiempo frente a la inmediatez de la llamada tradicional.