Aparentar lo que no eres. Enmascarar la persona que realmente eres. Dejar de hacer determinadas cosas por intentar encajar en una sociedad que no se atreve a conocerte tal y como eres. Todas esas sensaciones las ha experimentado Alba, una joven de veintiséis años que recibió un tardío diagnóstico de autismo.
El sentir de esta chica no deja indiferente a nadie. A lo largo de todos estos años, en los que el Trastorno de Espectro Autista se ha apoderado de su personalidad, ha moldeado una figura alejada de ella misma y de la persona que realmente quería ser para tratar de ser una pieza del complejo puzle que es la sociedad. Pero no logró ser infiel a su propia persona.
En una entrevista enredes sociales con ‘Neurondiverso’, un centro de terapia integral, Alba reconoce que «durante muchos años sintió que no encajaba«. Ella «sabía que era distinta, pero no entendía por qué» ni el origen de ese pensamiento que se instaló definitivamente dentro de su ser. Finalmente, logró entender el motivo y le pudo poner un nombre y apellido: Trastorno de Espectro Autista.
Diagnóstico de autismo con veintiséis años
La vida de Alba siempre ha estado a merced de los demás; nunc se ha priorizado y ha tratado de no hacer el más mínimo ruido para ser ‘una más’ del complejo mundo de la sociedad. Reconoce que ha intentando adaptarse, imitar, esconder partes de sí misma para parecerse a los demás. Pero le estaba fallando a la persona más importante de su vida: a ella misma.
A los veintiséis años de edad entendió todo. Fue cuando por fin recibió el diagnóstico de autismo por parte de profesionales en esta materia, que evidenció tantas noches en vela pensando el por qué de tantas historias. Ha convivido con el autismo sin saber que era una persona autista.
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«Ha sido muy complicado porque desde pequeña veía que era distinta a los demás«, reconoce la propia Alba. Ella misma define que en aquellos momentos se sentía «rara, por decirlo de alguna manera» porque su comportamiento y actitud estaban alejadas de las del resto de niños, a quienes «no me parecía nada«. Le faltaba conocer el detalle más importante: el por qué de esa sensación.
Antes de que un especialista le comunicase su diagnóstico de autismo, Alba admite que «he vivido toda mi vida mu frustrada y muy agobiada», haciendo un ejercicio interno de «intentar siempre parecerme a los demás» y «enmascarando todo lo que yo hacía diferente«. Ese esfuerzo constante por encajar tuvo un precio: frustración, ansiedad y mucho desgaste emocional, detalla ‘Neurondiverso’.
Una historia contada en silencio
La depresión, la ansiedad o «episodios bastante traumáticos» son el resultado de la vida que ha llevado Alba durante más de veinte años, en los que, sin saberlo, ha sido una persona con autismo. Ha sido la protagonista de su propia historia, a pesar de que se haya narrado en silencio y ante una audiencia que no era la deseada.
De este modo, recibir el diagnóstico de TEA en la edad adulta no borró lo vivido, «pero sí puso palabras a una historia que hasta entonces solo dolía en silencio«. Ha sido capaz de recomponerse y volver a mirar hacia arriba con la seguridad, el respaldo y el amparo que le otorga su autismo, confiada en que, al igual que ya lo hizo sin la comunicación del especialista, va a saber sobrellevar esta situación con frialdad.
Sin embargo, también reconoce que entenderse fue el primer paso para dejar de culparse. Ahora, experiencias como la de esta joven «nos recuerdan la importancia de mirar con más comprensión, y de acompañar también a quienes han pasado años sin saber qué les ocurría«, exponen desde ‘Neurondiverso’ en redes sociales.
