Se llama Carmen Álvarez Rodríguez. Pero en casa siempre ha sido Carmela, como a ella le gusta que le llamen. A sus 24 años es una chica sonriente, con buen gusto y muy presumida, que ha puesto su talento al servicio de la bisutería artesanal hasta el punto de crear su marca de joyas, que tienen un sello propio muy marcado. De hecho, la destreza que esconden sus manos, acompañadas de la agilidad de su mente, le han llevado a abrir su negocio y tener una tienda física en Coruña, ciudad natal y donde reside, además de tener numerosas ventas mediante comercio electrónico.
Sin embargo, la historia cobra todavía más sentido y meritocracia cuando los clientes de esta ya reputada marca de joyas descubren la «particularidad» con la que cuenta Carmela, como lo define Ana, su madre. Esta joven tiene «ese cromosoma extra» en su ADN, es decir, tiene Síndrome de Down. No obstante, lejos de ser una barrera y un muro infranqueable para desarrollar actividades, la familia rápidamente apostó «por la educación inclusiva«, lo que ha permitido hacer de la oportunidad una fortaleza y mostrar al mundo el talento que atesoran los dedos de Carmela para hilar, de la manera más minuciosa posible, el material con el que trabaja en su taller y dar forma a todo tipo de accesorios.
Colgantes, pulseras, llaveros, pendientes o cuelga gafas son algunos de los objetos que fabrica esta joven gallega y que cuentan con un amplio mercado local, nacional y que ya ha abarcado también nuevas fronteras internacionales, recibiendo pedidos de numerosos países. Pero la figura de Carmela trasciende más allá de ser «el eje principal de este proyecto»; es una niña con aspiraciones, sueños e ilusiones que se enmarcan dentro de una forma de hacer bisutería repleta de «inspiración, empoderamiento y superación«. Además, la familia reconoce que Carmela es «perfectamente consciente de su discapacidad», como expone con una tierna dulzura Ana, su madre y principal modelo, mientras muestra a Tododisca una de las pulseras que le ha regalado su hija.
«Apostamos desde el minuto cero por la educación inclusiva. Carmela es perfectamente consciente de su discapacidad».
De la «obligación» a un sueño «hecho realidad»
Simpática, alegre y «muy presumida, como cualquier choca de su edad». Así es Carmen, Carmela y la persona que hay detrás del maravilloso proyecto de Carmelamola, el nombre de la marca de joyas que ha creado esta joven de Coruña, que padece Síndrome de Down. Precisamente, los orígenes y el nacimiento de este trabajo surgen siguiendo la línea que marca la personalidad de Carmela: de una forma natural, sencilla y haciendo de «la obligación» una oportunidad para cumplir un sueño. A día de hoy, esta tienda de joyas ya cuenta con un espacio físico en uno de los edificios más emblemáticos de Coruña, además de ostentar un potente mercado a través del comercio electrónico.
Sin embargo, el camino para llegar hasta este punto no ha sido especialmente sencillo. Pero Carmela tiene la inmensa fortuna de contar con el respaldo de su familia, que le ha apoyado incondicionalmente y ha buscado siempre «una alternativa» para orientarle y tratar de crear el contexto ideal para que pudiese desarrollar su potencial. Pero «no había nada que acabase de llenarle y de captar su atención«, lamenta Ana. De hecho, comenta que las personas que presentan este síndrome comienzan desde muy pequeños a trabajar la motricidad mediante rutinas que, «llegadas a una determinada edad, empiezan a perder sentido». Por ello, «lo que tu haces con la mejor intención, para ella pierde todo el interés» y «lo que piensas que le puede beneficiar acaba teniendo efecto totalmente contrario», explica Ana en un sincero testimonio.
«Hay un momento en el que las acciones que haces con la mejor intención para estimular su psicomotricidad para ella pierden todo el sentido. Se genera el efecto contrario y no se consigue ningún avance».
Bajo este perspectiva, los padres de Carmela comenzaron a pensar qué tipo de trabajos y actividades podrían despertar en ella cierto interés para trabajar la motricidad, bajo la premisa de que «es una chica muy, muy presumida ya desde pequeña«. Y esa fue la clave que ha iluminado la vida de su hija. «Se me ocurrió que trabajar con abalorios sí que le podría llamar más la atención«, revela Ana. Y no se ha equivocado. El simple hecho de bregar con las manos y ver que todo lo que hacía «tenía un resultado» ha sido un punto de inflexión en la -todavía- breve carrera de esta trabajadora, que ya es autónoma desde hace seis años.
«¡Carmela, como mola todo lo que haces!»
«Por fin algo que le llama la atención«. Esa es la sensación de alivio que sintieron Ana y Manuel, padres de Carmela, al ver que su hija era feliz haciendo estos talleres de bisutería. Pero también Sara, su hermana pequeña, que se ha volcado con el proyecto poniendo su granito de arena mediante la página web inicial. Y no sólo eso, sino que descubrieron el talento y la destreza que escondían sus manos, además del «buen gusto» para juntar colores y dar forma a los accesorios, como pulseras y collares, que después lucía su madre, orgullosa. Y así comenzaron los primeros pedidos de Carmelamola, sin prever ni intuir el éxito que estaría a punto de llegar: «Lo que yo me ponía un día, me lo veía una amiga y le pedía a Carmela que también le hiciera algo«.
En esta línea, ayudada por una lupa, debido a los problemas de visión que también padecía Carmela desde pequeña, y con piezas de gran tamaño, este joven talento iba sacando trabajos adelante y que cada vez más personas de Coruña mostraban en sus muñecas, cuello u orejas, a modo de complementos. Pero también personalidades importantes, como la princesa Leonor, que tuvo la oportunidad de conocer esta marca de joyas gracias a una invitación que recibió la familia Álvarez Rodríguez por parte de la Xunta de Galicia. Y con un sello común, «apostando por la inclusión y la diversidad en el mundo de la moda y el arte«.
«Cada diseño refleja parte de mi personalidad vibrante y lleva consigo una historia de superación y logros, promoviendo la inclusión y la diversidad»
De este modo, al cumplir Carmen los 18 años, Carmelamola ya contaba con el respaldo de una importante cartera de clientes, por lo que «esta aventura» ya podía tildarse de ‘proyecto’ y «comenzar a darle forma». Y así, amparado por el «boca a boca» surgió esta oportunidad de trabajo, cuyo nombre recae sobre una frase que esta joven gallega solía escuchar frecuentemente gracias a la destreza para hilar, a su habilidad para combinar formas y al buen gusto para juntar colores «¡Carmela, como mola todo lo que haces!«.
La «alegría de la casa»
Emprendimiento y diversidad son dos conceptos, aparentemente, incompatibles. Pero nada más lejos de la realidad. Carmela se ha encargado de derribar esta barrera a través de la bisutería, algo que le ha supuesto «un estímulo y un impulso muy grande«, que se acentúa todavía más en el momento en el que comenzó a trabajar en estos abalorios, justo después de finalizar la etapa académica y con futuro incierto en el horizonte. De hecho, Ana y Manuel, testigos directos y apoyo incondicional de su hija, relatan como la incertidumbre y las dudas se sumergían dentro de los pensamientos de Carmela, incluso aparecían comparaciones con Sara, su hermana pequeña: «Si yo soy la mayor por qué me tengo que quedar atrás«, comentan.
Hoy, echando la vista atrás, la familia Álvarez Rodríguez puede y debe sentirse orgullosa del camino que han recorrido juntos hasta llegar a crear el proyecto de Carmelamola. Pero también han tenido que sobreponerse a adversidades: «si un hijo siempre te llega sin un manual de instrucciones, imagínate en este caso. Ya no entiendes nada», relata Ana. Pero ese «golpe inicial» tuvo una duración efímera. Suficiente para darse cuenta de que Carmela era «un bebé precioso que lo único que me necesita es a mí para sacarlo adelante«. Y a día de hoy «Carmen es la alegría de la casa» y la persona de la que diariamente aprenden Ana, Manuel y Sara.
«Carmela nos hace ver la vida de otra manera y es el pilar de nuestra familia. No podría agradecerle todo lo que nos está dando».
La felicidad de Carmela, probablemente, sea una causa inequívoca que explica la sonrisa que rápidamente esboza su madre al hablar de ella. Ana, mejor que nadie, sabe qué es combatir contra la impotencia, la frustración y las preguntas sin respuestas claras, pero ha aprendido que no todo tiene un por qué -o no es necesario buscarlo-. De hecho, a lo largo de estos 24 años, «lo que más feliz me ha hecho es ver que Carmen es capaz de darse cuenta que ella vale«. Pero el ejemplo de esta joven gallega también está sirviendo «como llamada de atención» para otras familias que tienen una situación similar, permitiendo que los chicos que tienen Síndrome de Down puedan abrirse, exponerse y demandar, con voz propia, lo que realmente quieren: «Todos tenemos nuestras capacidades. Sólo es cuestión de pararnos y dejar que salgan», finaliza Ana.
Hasta cuando Carmela quiera
Carmela lleva seis años trabajando como autónoma en su proyecto de Carmelamola, una ya popular marca de joyas que nació fruto de la «obligación» para mejorar la destreza de sus manos y trabajar la psicomotricidad, que necesitaba desarrollarla debido al Síndrome de Down que padece. De hecho, el talento de esta chica es de tal calibre que, desde diciembre del pasado año, gracias a la colaboración de las entidades Artesanía Galicia y el Concello de A Coruña, ya cuenta con una tienda física en uno de los edificios más emblemáticos de Coruña: el mercado de San Agustín. Concretamente, el local se halla en la Calle Pío XII, local exterior 8C. Pero también cuenta con otros puntos de venta repartidos por el territorio nacional.
De esta manera, manifiesta Ana, aquellas personas que se interesan y se decantan por adquirir productos de Carmelamola en estos puntos de venta lo hacen sin conocer quien es la persona que está detrás de estos accesorios. «Es en ese momento cuando se le explicaba la realidad de lo que acababan de comprar». Y ahí se empezó a valorar «muchísimo más» el trabajo de Carmela. Esto se debe, principalmente, para no caer en la tentación de «comprarlo por lástima», relata Ana en un valiente testimonio; sino por su buen hacer y belleza, que han llevado a Carmen a ser finalista en un certamen de la Xunta de Galicia sobre nuevos creadores en la categoría de joyería. «Para nosotros fue lo máximo. Le brindamos apoyo cuando lo necesita, nada más«.
Sin embargo, Ana y Manuel, padres de Carmela, mantienen los pies en el suelo para gestionar el éxito de esta marca de joyas y saben que «esto no deja de ser una aventura«. No saben hacia dónde les va a llevar, pero tampoco les preocupa. «Verla feliz y ver el subidón que tiene de autoestima no hay dinero que lo pague«, concluye la familia en declaraciones a la agencia EFE. Por ello, finalmente y a lo largo de estos párrafos, queda de manifiesto, con personas como las que componen el hogar de Carmen Álvarez Rodríguez, Carmela, como le gusta que le llamen, que una ‘familia unidad jamás será vencida‘, como reza el dicho popular.
«A veces, con la mejor intención, no les dejamos espacio para que nos digan que es lo que les gusta hacer, lo que quieren hacer o de lo que son capaces de hacer».