La Confederación Española de Alzheimer y otras Demencias (CEAFA) ha organizado un nuevo webinar de ‘Encuentro con Expertos’. Esta vez ha centrado su trabajo en el abordaje de las conductas autolesivas y el suicidio en personas con demencia.
Los expertos aseguran que esta es una problemática creciente pero aún invisibilizada dentro del ámbito de la salud mental y el envejecimiento. El encuentro fue impartido por el coordinador de la Unidad de Psiquiatría Geriátrica de la Fundación Hospitalarias de Martorell (Barcelona), presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría (SEPG) y director de la Cátedra de Psicogeriatría de la Universidad Autónoma de Barcelona, Manuel Sánchez Pérez, quien ofreció una radiografía clara y contundente sobre una realidad aún poco conocida como es el suicidio en personas con deterioro cognitivo.
«El suicidio en personas mayores constituye un problema de salud pública de primer orden»
«El suicidio en personas mayores, especialmente en varones mayores de 70 años, constituye un problema de salud pública de primer orden», señaló el Dr. Sánchez Pérez. Aunque las cifras globales muestran un descenso en las tasas de suicidio, en España los datos del INE confirman que los suicidios consumados se concentran en la población de mayor edad. Entre los factores de riesgo destacan el aislamiento social, la presencia de enfermedades físicas o mentales, y la disponibilidad de medios letales.
La sesión puso especial énfasis en cómo la demencia, en sus diferentes formas, puede actuar como desencadenante o acelerador de pensamientos autolíticos. Incluso antes de que se produzca un diagnóstico formal, los pacientes pueden experimentar intuiciones preocupantes sobre su estado, lo que incrementa la ansiedad, la tristeza y la ideación suicida. Según los datos presentados, hasta un 10 % de las personas con demencia manifiestan ideas suicidas, y un 0,8 % realizan intentos.
Ciertos tipos de demencia, como la demencia semántica o la enfermedad de Huntington, se asocian a un mayor riesgo debido a que los pacientes conservan una conciencia significativa de su deterioro. Esta autopercepción contribuye a una mayor vulnerabilidad emocional, que puede derivar en lo que se denomina «reacción catastrófica». Esta fue una respuesta emocional desproporcionada ante la pérdida de capacidades, más frecuente en entornos clínicos o altamente estimulantes.