Sebastián -Zuko- Carrasco nace en Quito, capital de Ecuador, el día 5 de mayo de 1981. Desde que era un niño, con doce años, ya comenzó a demostrar su afición y pasión por la escalada, que más tarde lo convirtió en su propio estilo de vida y, posteriormente, en su profesión y una manera de ver la vida desde la cima. Decidió emprender su formación en torno a guía de alta montaña y condujo expediciones durante más de 10 años en varios países de Sudamérica, como Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina. Hasta en Alaska. No obstante, sería, precisamente, en una de estas expediciones en las que Carrasco iba a sufrir una caída desde una plataforma de doce metros, dañándose gravemente la médula, quedando al borde del colapso físico y emocional y con un diagnóstico que le iba a cambiar la vida para siempre: una lesión medular.
Era 8 de mayo de 2015. Zuko Carrasco asistió a un curso de prácticas de sistema de cuerdas altas cuando sufrió aquel gravísimo accidente que estuvo cerca de acabar con su vida y que finalmente se saldó con una lesión medular que le ha inhibido la movilidad desde el pecho para abajo y también le ha afectado a sus extremidades superiores. Tras entender que la vida le había regalado una segunda oportunidad, este escalador decidió fomentar la disciplina, actitud y el compromiso para tratar de recuperarse en la medida de lo posible, pero el tiempo pasaba y su cuerpo no respondía. No podía caminar, trabajar ni atender a sus hijos como le hubiera gustado. Incluso, tocó fondo y pensó en despedirse de este mundo de forma voluntaria. Pero recapacitó y comprendió que nada se había terminado, sino que tenía la posibilidad de vivir de otra manera y mostrarse vulnerable: una silla de ruedas iba a ser la invitación ideal para subir a nuevas cumbres más altas.
Símbolo de resiliencia
El accidente de Zuko Carrasco no acabó con su vida, sino que le forzó a mirar la vida con otros ojos y desde otra perspectiva, nada parecida a la que lo hacía con anterioridad a ese 8 de mayo de 2015. De hecho, a través de esta nueva posición, volvió a integrarse en el deporte y a participar en nuevos desafíos, celebrando cada pequeño paso como una victoria personal y sirviendo de inspiración para los demás. Así mismo, con la inestimable ayuda y el apoyo de su familia y de su entorno más cercano, Zuko voló en parapente y escaló el Kilmanjaro, la montaña más alta de África, entre otras actividades, acompañado de profesionales que le mantenían en guardia y de su lesión medular, que fue testigo de una historia real de superación personal para vencer la discapacidad o, al menos, adaptarse a ella.
Del mismo modo, apenas dos años después de su accidente, Carrasco encontró otra vía de escape y de práctica deportiva: las bicicletas para personas con discapacidad física, también conocidas como handbikes. Fruto de esta nuevo ‘tesoro’, el guía de alta montaña emprendió nuevas aventuras a bordo de este vehículo: comenzó a participar en algunas competiciones de notable exigencia, fue integrante de un IronMan e, incluso, se alistó en una carrera de paraciclismo en Brasil, donde logró alzarse con el primer puesto en su categoría. Por tanto, Zuko ha logrado demostrar que detrás del miedo no solo reside la valentía, sino que su historia es una verdadera lección de sobreponerse al dolor, entender la aceptación de la realidad y ser capaz de encontrar la libertad para mostrarse y disfrutar la vida desde otro ángulo.
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Del accidente, Zuko recuerda en sus redes sociales aquel «salto de confianza» que le cambiaría la vida para siempre. El mecanismo es de una seguridad más que notable para evitar siniestros como el de este deportista, pero ese día hubo una mala dosis de comunicación entre los compañeros que terminó con una lesión medular como resultado: «Yo salté, y mientras caía escuché un ‘no’ y ya caí al suelo«, explica Carrasco. Así mismo, indica que «fue instantáneo, dejé de sentir mi cuerpo; no me quedé inconsciente y me acuerdo absolutamente de todo». Desde entonces, ha trabajado mucho en esta nueva vida que le ha tocado vivir, «en esa aceptación» que va «de la mano con el agradecimiento», explica: «La vida me dio una segunda oportunidad porque no me maté» y ahora puede disfrutar de su familia y de sus hijos.
«¿Cómo voy a salir adelante?»
Sebastián Carrasco era padre de una «bebé recién nacida y de una niña pequeña» en el momento en el que sufrió el accidente que le provocaría una lesión medular y le instaría a estar en silla de ruedas el resto de su vida. Los pensamientos sobre el futuro más inmediato inundaban su mente: ‘¿Cómo voy a salir adelante?’ ‘¿Cómo voy a sacar adelante a mi familia?’. Hasta que entendió que, efectivamente, perdió la movilidad de sus piernas, pero no la capacidad para seguir ascendiendo y avanzando una vez que se deja de resistir y se acepta la realidad de la situación: «Cuando sufres estas enseñanzas, y eres capaz de empezar a agradecer cosas, mínimas, empiezan a aparecer más cosas por las que agradecer», se sincera Zuko en una entrevista en redes sociales.
No obstante, sumergirse en ese nuevo «espacio de aceptación» al que se refiere Zuko Carrasco está íntimamente ligado con haber encontrado «una nueva manera de hacer deporte«, una actividad que había marcado su vida desde que empezó a escalar la montaña con apenas doce años de edad. De este modo, detalla que «todos somos iguales hasta que aparecen las barreras; ahí es cuando se nota la discapacidad» y ha podido comprender que «la vida no te va a dar lo que planeaste, pero quizá sí lo que necesitas para poder evolucionar y crecer». Sin duda, la historia de Zuko es de aquellas que se deben conocer para entender qué hay detrás de una lesión medular y de la discapacidad.