«Nací con una discapacidad que se llama agenesia lumbosacra grado seis«, expone, con total naturalidad y sencillez, Lisbeth Trejo en una publicación de sus redes sociales. En un ejercicio de comprensión, esta joven, que acaba de cumplir los treinta años, explica que «mi columna no se terminó de formar y, por ende, mis extremidades inferiores no se formaron como debían hacerlo«.
A esta condición congénita hay que sumar que «a los dos años de edad me amputaron la pierna izquierda«, motivo por el que Lisbeth hace uso de una silla de ruedas. Sin embargo, esta característica no le ha impedido disfrutar de una de sus grandes pasiones: el baile, que es «el responsable de darme la seguridad que necesitaba».
En la treintena de edad, Lisbeth Trejo puede echar la vista atrás y sentirse orgullosa del camino que emprendió siendo solo una niña, cuando su madre ya le insistía «en que yo podía hacer lo que quisiera«, aunque para ello tuviera que es forzarse «un poco más». No obstante, también admite que «luché un poco con la sobreprotección» de su familia.
Aprender a vivir con la discapacidad
La vida de Lisbeth Trejo está dedicada, en una considerable proporción, al baile. Sin embargo, la práctica de este arte también le ha permitido caer en la cuenta de que tiene potestad para lanzar un grito a voz alzada y reivindicar la inclusión en todo tipo de escenarios: «Aprendamos a vivir con la discapacidad«, expresa esta joven bailarina.
Del mismo modo, en su perfil de redes sociales, ante más de más de dieciséis mil seguidores, Trejo también confirma que la experiencia conviviendo con una discapacidad congénita que derivó en la pérdida de su pierna izquierda le ha obligado a «entender y defender mis derechos y también mis deberes como persona con discapacidad«.
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Entre esos «derechos», por supuesto, se encuentra la inclusión de este colectivo en la vida social y en todos sus derivados; también, en este sentido, la accesibilidad, un concepto por el que esta bailarina en silla de ruedas «a veces peleo y hago sugerencias para mejorar«, tanto para ellas como para tantas personas que necesitan su aplicación y puesta en escena real y efectiva.
El objeto de esta petición no es otro que ser una «persona más independiente y con experiencias nuevas«, un deseo que Lisbeth lo hace extensible a todas las personas que conviven con alguna discapacidad, indistintamente del grado de afectación. La accesibilidad universal es un concepto que no deja a nadie atrás y es de extrema utilidad para un amplio porcentaje de la población.
«Sólo es una discapacidad»
«Hago las mismas cosas que los demás, pero en una silla de ruedas«. Esa es la explicación que Lisbeth Trejo debe hacer permanentemente ante quien le pregunta, errónea o inocentemente, sobre su discapacidad, confundiéndola con el padecimiento de una enfermedad: «Confío en que te cures pronto y puedas mejorar», bromea esta bailarina sobre «casos de la vida real» que debe afrontar.
Igualmente, para combatir, precisamente, esa discapacidad, consecuencia de una agenesia lumbosacra grado seis, Trejo destaca la importancia de la silla de ruedas en su vida: «»Me facilita la movilidad y hace la vida más fácil», detalla esta joven. Además, para ella, es la herramienta que le permite efectuar los pasos de baile cada vez que sube al estrado.

Por ello, el ejemplo de Lisbeth Trejo es otra historia más de como la discapacidad puede encontrar la esperanza en la capacidad, aunque ello conlleve un importante compromiso de resiliencia y superación, además de conciencia de saber que vendrán momentos delicados en el proceso.
Para concluir, esta bailarina en silla de ruedas lanza un importante recordatorio sobre el léxico respecto al colectivo de la discapacidad: «Persona con discapacidad es el término más usado, pero algunos usan persona con diversidad funcional, o persona con movilidad reducida, y está bien«.
