Sentir miedo no nos hace cobardes, es una emoción que se manifiesta ante un peligro inminente y que a su vez; activa nuestros mecanismos de defensa para saber cómo actuar ante una situación riesgosa. De igual forma, es producto de un estímulo que es inevitable no sentir.
Todos hemos sentido miedo, bien sea por algo que nos traumatizó de jóvenes, o por alguna situación que puso en riesgo nuestra vida.
Cuando sentimos esta emoción, creemos que somos incapaces de hacer frente, pues nuestros sentidos se ven bloqueados por la experiencia.
En realidad, el miedo nos motiva a mantenernos alejados de ese peligro que nos agobia.
¿Cómo funciona el miedo?
Cabe destacar que como toda emoción, el miedo nace a partir de un estímulo, sin embargo nombrarlos todos sería imposible, ya que lo que para unos es sinónimo de terror para otros es una tontería de lo más graciosa.
No obstante, hay vías que condicionan el sentir miedo, bajo las cuales surgen los estímulos que provocan este sentimiento.
La primera de ellas es la cultura, pues hay tradiciones que satanizan o ven con malos ojos ciertas actitudes o conductas que para otros resulta algo normal.
Un ejemplo de ello, es el pánico que sienten en algunos países de África a los niños albinos; lo cual desencadena una terrible persecución contra ellos.
Otro ejemplo de ello, podrían ser algunas supersticiones en Corea del Sur, donde regalar un zapato es sinónimo de mala suerte.
En un segundo plano tenemos el aprendizaje vicario, en el cual la persona desarrolla el miedo no por haber experimentado al traumático, sino al ver la reacción de un tercero y seguir de cerca cómo esto le afecta.
Podemos citar como ejemplo, al cuidado que se tiene a ciertos artefactos eléctricos al saber que han explotado y causado heridas a algún conocido.
Finalmente, hablaremos sobre el condicionamiento clásico, que además suele ser usado por psicólogos para tratar las fobias.
No es más que crear un miedo en otra persona de forma intencional. Un ejemplo clave es el «psicoterror» que los hermanos mayores implantan en los más pequeños; para que crean que en el armario de su habitación se esconden monstruos nocturnos.
Comportamiento
El miedo sirve para reaccionar de forma rápida para escapar de un problema, activando a su vez nuestro mecanismo de supervivencia.
Ahora bien, tiene efectos físicos que se manifiestan a través de la paralización, para así focalizar todo nuestra atención en aquello que asusta.
Adicionalmente la presión arterial aumenta, suben las pulsaciones, el nivel de sudoración es significativo y se experimenta un descenso en la temperatura.
Por otra parte, las pupilas se dilatan, el cuerpo se agarrota y hay la posibilidad de sufrir un buen sobresalto si todo ocurre de forma repentina.
Respecto de lo que ocurre a nivel mental, hay una sensación de malestar, pérdida de control y preocupación.
¿Cómo afrontar el miedo?
El temor tiene efectos muy distintos en cada persona, por lo cual es común que mientras el 50% guarda silencio, el resto sube perceptiblemente el tono de su voz.
Aunque el estímulo sea el mismo, podemos decir que las formas de afrontar el miedo no son las mismas; dependiendo a su vez de las circunstancias.
La primera estrategia es paralizarse o ser cauto en la forma de proceder. Seguidamente amenazar o atacar, retirarse o evitar el ataque de alguien más.
Consecuencias
Si bien activa la capacidad de resolución del ser humano, también puede bloquear sus funciones cognitivas, lo cual dependerá de la potencia del estímulo.
Cuando resulta excesivo y pesado de soportar, el miedo desencadena ciertos trastornos psicológicos que deben ser tratados para llevar una vida normal:
- Trastorno obsesivo compulsivo
- Ataques de pánico
- Trastornos de ansiedad
- Estrés post traumático
- Fobias
Cabe destacar, que las fobias que provocan que el individuo evite a toda costa ser víctima del estímulo detonante y la sensación de miedo; no son proporcionales a lo que en realidad causan.
Asimismo, no existe una justificación real y hay tanto desasosiego como malestar.