Dentro del universo de las vitaminas que necesita nuestro organismo destaca la vitamina E. Se trata de un nutriente liposoluble que actúa como antioxidante y protege a las células contra los daños causados por agentes externos.
La vitamina E estimula el sistema inmunitario para que pueda combatir con garantías frente a las bacterias y virus que invaden nuestro organismo. Además, entre sus propiedades beneficiosas para el ser humano, ayuda a dilatar los vasos sanguíneos, así como a evitar la creación de coágulos de sangre en el interior de los propios vasos sanguíneos.
Esta vitamina la podemos obtener de multitud alimentos de forma natural, además de otros suplementos vitamínicos que podrían complementar nuestra alimentación; sobre todo necesario para personas con dificultades para generar suficiente cantidad de este nutriente.
Alimentos ricos en vitamina E
La vitamina E la podemos encontrar en los siguientes alimentos, aunque cabe destacar los aceites vegetales. Quizás sea la fuente más rica de este tipo de vitaminas, por ejemplo los aceites de girasol, cártamo o soja.
- Los frutos secos (como maníes, avellanas y, en especial, almendras) y las semillas (como las semillas de girasol) también se encuentran entre las mejores fuentes de vitamina E.
- Las hortalizas de hojas verdes, como la espinaca y el brócoli.
- Los fabricantes de alimentos agregan vitamina E a ciertos cereales para el desayuno, jugos de fruta, margarinas y productos para untar, entre otros alimentos.
La deficiencia de vitamina E es poco habitual en personas saludables. Sin embargo, la falta de vitamina E está asociada a enfermedades graves relacionadas con una mala digestión o absorción de las grasas. Entre las patologías más graves se encuentra la enfermedad de Crohn, además de la fibrosis quística.
Enfermedad de Crohn
La enfermedad de Crohn es una enfermedad crónica de origen autoinmune y puede afectar a cualquier zona del aparato digestivo del ser humano, desde la boca hasta el ano. Sin embargo, su revelación más frecuente suele ser en el íleon terminal (parte final del intestino delgado) y en la válvula ileocecal (comienzo del colón).
Los síntomas de esta patología son muy variables dependiendo de la zona afectada, aunque las personas con afectación en el intestino delgado suelen presentar diarrea, dolor abdominal, falta de apetito, pérdida de peso, vómitos, malestar general o fiebre.
Esta enfermedad es crónica y hasta el momento no existe cura. Sin embargo, sus síntomas se manifiestan de forma intermitente, con diferentes fases activas de brotes fuertes y otras de fases inactivas, donde la patología permanece en un estado de remisión.
Hablamos de una enfermedad relativamente joven, pues la enfermedad de Crohn fue denominada así como tal por primera vez en el año 1932. Crohn es el apellido del médico que describió el desarrollo de esta enfermedad, tan agresiva hacia el aparato digestivo.
La importancia de la vitamina E
Así muchos enfermos de Crohn suelen necesitar un aumento de vitamina E en su organismo, para al menos paliar los síntomas de esta patología crónica y ayudar al organismo a llevar a la enfermedad a una etapa de remisión.
Además, de ser necesaria para muchos enfermos de Crohn, en personas sin patologías, la deficiencia de vitamina E puede causar pérdida de sensibilidad muscular en brazos y piernas, problemas de visión, daños de nervios o pérdida del control del movimiento corporal.
Sin embargo, su consumo en estos casos siempre debe estar supervisado por un especialista médico, ya que una ingesta abusiva de suplementos vitamínicos podría causar inconvenientes graves como el aumento del sangrado tras una herida o generar una hemorragia cerebral.
Por otra parte, el consumo de suplementos antioxidantes como la vitamina E durante la quimioterapia o radioterapia contra el cáncer podría afectar la eficacia de estos tratamientos.