Algunos estudios sugieren que dormir una siesta puede ayudar a aliviar los efectos del insomnio nocturno que puede desarrollar determinadas personas. En concreto, señalan que podría contribuir a mitigar las deficiencias en los procesos cognitivos causados por la privación del sueño.
En cualquier caso, existen pocas investigaciones que evidencien los efectos beneficiosos de las siestas cortas en este sentido. Sin ir más lejos, un último estudio desarrollado por el Laboratorio del Sueño y Aprendizaje de la Universidad Estatal de Michigan (Estados Unidos) indica que una siesta breve durante el día no alivia la falta de sueño después de una noche de insomnio.
Kimberly Fenn, líder de la investigación, explica que «nos interesa comprender los déficits cognitivos asociados a la privación del sueño. En este estudio, queríamos saber si una siesta corta durante el periodo de privación mitigaría estos déficits. Descubrimos que las siestas cortas de 30 o 60 minutos no mostraron ningún efecto medible».
Siesta corta tras una noche de insomnio
Hay que tener en cuenta que el sueño no REM (NREM) o de ondas cortas se caracteriza por ser la etapa más profunda y reparadora. Se trata de ondas cerebrales de alta amplitud y baja frecuencia, que se caracteriza por una mayor relajación de los músculos, ritmo cardíaco y respiración más lente.
En este sentido, la investigadora Fenn explica en la revista ‘Sleep‘ que «el NREM es la fase más importante del sueño. Cuando una persona no duerme durante un periodo de tiempo, incluso solo durante el día, necesita dormir; en particular, necesita el NREM. Cuando los individuos se van a dormir cada noche, pronto entran en el NREM y pasan una cantidad sustancial de tiempo en esta etapa».
Sin embargo, parece dificultoso que las personas entren en esa etapa relajante y reparadora del NREM en siestas breves durante el día.
Proceso de la investigación
Los resultados de esta investigación se dieron a conocer en verano de 2021. En concreto, un equipo de investigadores reclutó a 275 participantes en edad universitaria para desarrollar este interesante estudio respecto a las siestas y sus posibles efectos reparadores.
Todos los participantes realizaron tareas cognitivas por la noches y posteriormente se dividieron al azar en tres grupos diferentes. Los del primer grupo se marcharon a casa a dormir, los del segundo permanecieron en el laboratorio toda la noche y pudieron realizar una siesta de 30 o 60 minutos; y el último grupo no realizó ninguna siesta.
Así, a la mañana siguiente, todos los participantes se citaron nuevamente en el laboratorio, donde realizaron las mismas actividades cognitivas. Estas actividades examinaban la atención, mantenimiento de la posición y capacidad para completar una serie de pasos.
Al respecto, la investigadora Fenn manifiesta que «el grupo que se quedó toda la noche y durmió pequeñas siestas siguió sufriendo los efectos de la privación del sueño y cometió muchos más errores en las tareas que sus homólogos que se fueron a casa y durmieron toda la noche. Sin embargo, cada aumento de 10 minutos en el NREM redujo los errores después de las interrupciones en aproximadamente un 4 por ciento».
Finalmente, los resultados muestran que los participantes que tuvieron más NREM ofrecían una reducción de errores en ambas tareas. No obstante, seguían mostrando un peor rendimiento que aquellos participantes que dormían.
Así, la investigadora Kimberly Fenn espera que estos resultados conciencien a la población sobre la importancia de priorizar el sueño nocturno por encima de las siestas, incluso si incluyen periodos de NREM. Es decir, una siesta no debería sustituir en ningún caso una noche completa de sueño.