El modelo médico que lleva a cabo la Doctora Aleida Castro Viera se cimenta en un espacio «accesible, seguro y respetuoso, diseñado para acompañar a personas con realidades diversas», expone la propia facultativa. Del mismo modo, explica que «la salud se trabaja con tiempo, escucha y dignidad, poniendo a la persona en el centro y adaptando la atención a sus necesidades reales, no al modelo sanitario tradicional«. En este sentido, Castro también menciona la realidad un notable porcentaje de la población que tiene que lidiar con un intenso, poderoso y silencio enemigo: la discapacidad invisible, una condición que ella misma afirma presentar y comunica a través de sus redes sociales.
Bajo su juicio, «lo más difícil de vivir con una discapacidad invisible no es el dolor, es que nadie lo ve; cuando no te ven no te creen«, manifiesta la doctora Aleida Castro, que también lleva colgado el cordón girasol, un símbolo que hace referencia a la discapacidades invisibles que presentan miles de personas en España y que frente a esta condición en silencio y ante el desconocimiento de la gente. Así mismo, esta facultativa hace una descripción sobre ella misma en su página web, en la que asevera tener una visión «diferente» de la práctica clínica: «creo en una medicina humanista, feminista, interseccional y accesible. Mi consulta nace con un objetivo claro: acompañar a cada persona en su proceso de salud desde el respeto, la escucha activa y sin capacitismo ni discriminación».
Médico y paciente
La doctora Castro es médico de formación y desempeño profesional. Pero también es paciente en el ámbito personal con cinco enfermedades autoinmunes y una enfermedad rara conocida como síndrome de Cogan. En este sentido, de acuerdo con su testimonio, estima que «conozco en primera persona lo que supone atravesar un retraso diagnóstico, enfrentarse a la incertidumbre y convivir con las secuelas físicas y emocionales que dejan estas condiciones». A lo largo de su trayectoria, Castro ha batallado contra los efectos de una discapacidad adquirida, algo que le «obligó a transitar un proceso profundo de duelo y reidentificación«, en los que menciona aceptar cambios en su cuerpo, en la identidad y en la manera de estar en el mundo.
«Sé lo que significa que tu corporalidad y tu identidad cambien y que, al mismo tiempo, el sistema sanitario no siempre sepa sostener ni acompañar esos procesos», detalla esta médico. De aquellas experiencias, precisamente, surge el activismo que promueve Castro en el aspecto de la salud: «Luchar contra el capacitismo en todas sus formas, cuestionar la violencia estética y defender una atención que sostenga, escuche y valide a cada persona en su singularidad«. De este modo, cree firmemente en una teoría que mejoraría la atención a los pacientes: «La humanización de la medicina también pasa por humanizar a quienes la ejercemos«. La Doctora, con residencia en Gran Canaria, aboga por generar espacios donde las personas se sientan «seguras, vistas y respetadas, porque la salud florece en la confianza y en el cuidado compartido».
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Entre sus principios fundamentales, Castro menciona la accesibilidad: «Garantizo una atención adaptada a necesidades comunicativas y sensoriales, incluyendo la Lengua de Signos Española»; también hace lo propio con la «medicina humanística«, donde afirma que «priorizo a la persona por encima del diagnóstico». Su mensaje es un permanente acto de reivindicación en favor del trato a los pacientes y de la manera en la que ella entiende cómo actuar ante diferentes situaciones que no siempre están reconocidas en igualdad de condiciones: «practicar la medicina es también un acto de resistencia, de reparación y de compromiso con la justicia social».
Derechos y accesibilidad
Como paciente, Aleida Castro convive con cinco enfermedades autoinmunes y una enfermedad rara conocida como síndrome de Cogan. También con una discapacidad auditiva y «soy neurodivergente». El cómputo global de esta situación a la que se enfrenta cada día, unido a su manera de entender la medicina, le ha llevado a convertirse en activista y divulgadora de las conocidas como discapacidades ‘que no se ven‘. Bajo su punto de vista, Castro afirma que «hablo desde un lugar que incomoda: el cuerpo que no encaja en la norma«. Detalla que la «discapacidad invisible no siempre se ve a simple vista«, destacando el dolor crónico, la fatiga, las migrañas o los problemas sensoriales como algunos de los síntomas más evidentes, por lo que trata de «romper un sistema que solo valida la discapacidad cuando es visible, romántica o ‘comodable’«, sin necesidad de hacer uso de un bastón o de una silla de ruedas para captar la atención de la sociedad.
«Lo invisible no significa imaginario, no significa que estés exagerando y no significa que no necesites adaptaciones», incide. Por tanto, su mensaje va más allá de una simple queja y apuesta por la siguiente idea: «No necesitamos compasión: necesitamos derechos, accesibilidad y dejar de pedir permiso para existir«. Finalmente, concluye en la necesidad de sensibilizar y concienciar sobre la presenta de la discapacidad invisible para no herir las emociones de quienes presentan esta condición, animando a entender y hacer un hueco dentro de la sociedad a este silencioso pero nutrido colectivo.